Hospital para locos…
Manicomio departamental…
Ese hospital mental de Antioquia
Cómo hemos cambiado
Trece de abril de 1878… es fundado el “Hospital para locos”, umm en esta fecha ni siquiera se habían conocido mis papás, ni yo había nacido, menos aún iba a imaginar que muchos años después iba a trabajar en ésta hermosa institución. Pero qué importante conocer que el 27 de julio de 1888, se iba a crear el “Manicomio Departamental”, manicomio???, si, así se llamó tiempo después, sin embargo, en 1958 se inauguró como “Hospital Mental de Antioquia”, con ese nombre tan hermoso que aún conservamos.
140 años… Cuantas cosas, cuantas historias, cuantas personas y personajes han pasado por esta institución; como pacientes, como funcionarios, como familias o acudientes. Podría hacer una larga lista, pero, les contaré por el momento de tres personajes importantísimos a nivel nacional e internacional y los cuales han dejado huella, ¿cuál de ellos más? No, cada uno ha dejado una historia diferente, un recuerdo importante, una huella imborrable, que hace que hoy sean recordados y jamás olvidados. Empecemos con Epifanio Mejía, escritor, poeta, autor de la letra del himno antioqueño, en fin, me llevaría la mitad del cuento hablando de él, ya que como todos sabemos es alguien muy reconocido por eso, les cuento solo, que estuvo como paciente cuando esta institución estaba todavía ubicada en el entonces llamado “Manicomio departamental de Aranjuez”. Muy bien, otro personaje es Pedro Nel Rodríguez, “Nel Rodríguez”, sí, también se nos hace muy familiar; pintor, arquitecto, urbanista, entre otros; participó en el diseño y construcción de muchos edificios, universidades, barrios de Medellín, instituciones importantes y reconocidas, por supuesto también en el diseño y construcción del actual Hospital Mental, por eso el nombre de uno de los auditorios donde constantemente nos reunimos “Auditorio Nel Rodríguez”, y para terminar este recorrido de personajes, como no mencionar a la madre Laura Montoya Upegui, siii, imagínense que tenía 16 años de edad, cuando una de sus tías, Sor María Upegui, le ofreció ser la directora del Manicomio, con mucho temor por su edad (pues estaba muy jovencita), lo aceptó, además porque su situación económica era precaria y ella quería estudiar, quería ser docente. Les dije, aquí me puedo quedar mucho rato mencionando personajes y no, quiero contarles en mis 26 años de labor en éste hospital, cosas chistosas, otras tristes y otras muy lindas que me han pasado, por donde empezaré…
Quienes llevamos mucho tiempo, podemos hablar de la transformación de la estructura, pues les cuento que anteriormente existía un restaurante para los funcionarios, nos desplazábamos en un transporte interno (buseta o bus) y bajábamos caminando, como podemos ver este hospital a pesar de que se en su estructura se ha reducido, sigue siendo muy grande, aunque era mucho más… pues bien; segundo día de venir a trabajar, pueblerina, casi qué primer empleo, en fin, me voy en el bus hasta el restaurante, almuerzo sola en una mesa y al terminar, empiezo a bajar detrás de unos compañeros que venían caminando, ya que no conocía, seguía atrás y de pronto en un momento dejo de mirarlos y los pierdo de vista, ¡Dios mío! No sabía si llorar, pedir auxilio o salir corriendo, que creen que hice? Salir corriendo para ver donde me llevaba la vía por la que estaba transitando, mientras me preguntaba, pero “en qué momento me salí del hospital”. Esperaba encontrar a alguien para que nuevamente me dijera como llegar y Dios, ¡Qué maravilla! Me encontré nuevamente con la portería principal, jajaja; que creen que pasó?, Imagínense que todos los funcionarios que venían delante de mí, se desviaron por unas escalas que reducían el trayecto, jajaja, yo no sabía, por eso se me perdieron, pues cuando volví nuevamente a la oficina y conté lo sucedido a mis compañeros, me contaron de la existencia de las escalas para “cortar camino”, no se imaginan el susto, como pueden imaginarse se rieron de mi por mucho tiempo.
Bien, ya nos reímos, ahora les contaré una historia triste, que me marcó, que aún recuerdo y no puedo evitar sentirme nuevamente triste. Tenía tres o cuatro meses de estar trabajando, estaba ubicada en el Servicio “B Mujeres”, así se llamaba, me piden informarle al esposo de una paciente que venía de una vereda de un pueblo lejano, “que los cólicos que su esposa sentía hacía algún tiempo, y para lo que tomaba constantemente aguas de hierbas y con eso se le quitaba” según la paciente, era un cáncer de estómago muy avanzado, detectado después de ordenarle y realizarle ayudas diagnósticas en ésta institución. Qué triste, darle ésta noticia, brindar apoyo y decirle que tenía que seguir la vida, junto a sus seis hijos varones, donde el mayor tenía veinte años y el menor tenía ocho. Lo recuerdo y aún se me hace un nudo en la garganta y brotan lágrimas de mis ojos, no puedo evitarlo, pues imagínense que le di la noticia en compañía del enfermero jefe del momento, me mostré fuerte, valiente, ¡una gran profesional! Mientras el señor escuchaba la noticia en silencio, mostrándose muy fuerte, yo lo acompaño hasta la sala de visitas donde luego le llevaríamos la paciente para que compartiera un rato con ella; llego a la oficina y encuentro que había dejado su bolso, lo tomo y me devuelvo a llevárselo y lo encuentro en la sala de visitas del servicio, sentado en el piso llorando desconsolado, cual niño pequeño. ¿Qué hice? … Imagínense, me senté a su lado, lo abracé y lloré con él, sí, se me olvidó que era la profesional, las lágrimas que tuve que esconder mientras le daba la noticia, y que me felicité y me dije, “muy bien, estuviste muy bien”, se escaparon sin control, sin manejo y rodaron muchas, muchas lágrimas. Luego le dije con voz entrecortada, adelante debe ser fuerte, si, frases de cajón.
Bueno, sequémonos las lágrimas, mejor les contaré otras cosas más divertidas con respecto a lo que implica ser funcionario de la ESE Hospital Mental de Antioquia: Implica llegar a una reunión social y ser el “Centro de atención”, por qué? A todos nos ha pasado cuando nos preguntan: ¿Dónde trabaja? Y respondemos: En el Hospital Mental de Antioquia, en el Manicomio de Bello? No y repetimos o al menos yo lo hago “En el Hospital Mental de Antioquia”, y ahí empieza el protagonismo, nos hacen corrillo: Es verdad todo lo que dicen del hospital?, como son los “loquitos” y como les ponen la camisa de fuerza y no le da miedo de los “locos”… y empiezo a ser la protagonista, cuando cuento como es realmente nuestro Hospital, a desmitificar todas esas creencias y a tratar de cambiar el estigma que tiene la institución y el paciente enfermo mental y no falta el chistoso que dice en voz fuerte, “y a usted cuando le dieron de alta” o “y como la dejaron salir”, y esto es motivo de risa, bueno yo también sonrío, tengo que hacer creer que la broma me gustó.
Continuemos con una de las anécdotas que nadie conoce: Hace dos años, yo laboraba en el “servicio Mujeres”, donde existe aún una puerta que comunica al servicio de urgencias, pero también a la Institución Educativa Atanasio Girardot, salgo por esta puerta en un momento en que salen los estudiantes, adolescentes, jocosos, plagas, que todo les da risa y grita uno de ellos: “Hey, pilas que se está fugando una paciente”, y todos sus compañeros empezaron a reír fuertemente, eso no es lo chistoso, lo chistoso es que me devolví en silencio, sin que me vieran mis compañeros y me encerré en la oficina a reír a carcajadas. Reí como pocas veces lo hago, mientras pensaba, cagones hijuemadres. ¡Esos son los adolescentes!
También hay cosas importantes y menciones que dejan recuerdos agradables, no es por chicanear, seguro, es por compartir pues cuándo podré contar nuevamente un cuento, no sé y es bueno a veces conocer lo que hemos hecho en las instituciones. Imagínense que en la institución teníamos una dependencia que se llamaba “Bienestar social”, desde ésta dependencia, se programaban cursos y actividades para los empleados y saben qué?, Se programaron clases de baile y como fui profesora de baile y también hice parte de grupos de baile, en mis tiempos bellos, me pidieron que diera clases en la institución, ¡Dios! … pues sí yo era la profe, nos permitían quedarnos los viernes de tres a cinco, dando y recibiendo clase, en un sitio que llamábamos “La capilla”, hoy uno de los servicios del programa Dual. Pues bien, asistían 56 funcionarios, lo chistoso es que en algún momento ingresa a la institución una persona nueva y en una de las fiestas del hospital, manifiesta: “Que chistoso, porque aquí todos bailan de la misma manera”, ya ustedes saben la respuesta, porque todos recibieron clase en la misma parte, con la misma profesora, no les parece chistoso, a mí sí. Qué épocas aquellas, teníamos grupo de canto, para acompañar las eucaristías, para cantar villancicos en diciembre, hoy todavía laboran en la institución otras dos personas que cantaban en el grupo: Gloria Vélez y Olga Lucía Sierra. Ah, no puedo dejar pasar en este hermoso cuento otros dos eventos importantes, el concurso para escoger el logo, cuando apenas se iba a montar el programa de Calidad, pues yo mandé una propuesta y ganeeeé, viva, que gran orgullo; años después a petición de los funcionarios y después de una capacitación de Servicio al cliente, se conforma en la institución un comité líder para trabajar en una actividad o programa que llamamos “Cultura Homo”, además de todas las actividades importantes que aquí se realizaron, se escribió el jingle del hospital, hermoso, allí también tuve el honor de participar en la interpretación de la canción que aún escuchamos. Tantas cosas, tantos recuerdos, tantas bendiciones que he tenido en ésta hermosa institución.
Muy bien, este cuento está llegando a su fin y no puedo terminarlo, sin hacer una invitación y motivar a todos mis compañeros a prepararnos para lo que viene, sí, un nuevo hospital, un hospital moderno, unos nuevos programas, nuevas contrataciones, para las que siempre debemos estar preparados, a lo que debemos acomodarnos y adaptarnos con la mejor actitud. Aunque a veces no entendemos o aceptemos la modernidad y consideremos que es mejor quedarnos en lo que estamos hoy, no podemos, debemos ajustarnos y prepararnos con una buena disposición para lo que viene, no sé si me toque el nuevo hospital, aunque aún me faltan varios años para jubilarme, no sé si en ese momento ya esté terminada la nueva estructura, pero si no, que rico para los que van a estar, que puedan decir y contar en algunos años un nuevo cuento donde digan: “Me acuerdo cuando el Hospital Mental, estaba ubicado más abajo, con oficina de grandes espacios, de grandes ventanales, donde disfrutábamos de ver árboles enormes y hermosos, donde la pausa activa la hacíamos observando un paciente o una familia, recostada bajo uno de ellos, comiendo mango de uno de los árboles frutales que allí crecían; mientras les llegaba su turno para la entrega de medicación o para la atención de su paciente.
Mi cuento termina soñando con el hermoso hospital que se está construyendo, mi cuento termina invitándoles a reconocer, que de nada vale éste lindo espacio físico, si no tenemos en cuenta otros aspectos fundamentales para el paciente, su familia, sus acudientes, como: mirarlos a los ojos, hablarles y tratarles de forma respetuosa, brindarles una sonrisa, una palabra cálida y amable. Escucharles un poco de esa problemática que les tocó vivir y que escogimos nosotros como funcionarios apoyar y “compartir con ellos, de alguna manera”.
Mi cuento termina invitándolos a amar y disfrutar de verdad de lo que hacemos.
Mi cuento termina hoy aquí, recordando lo hermoso que es la ESE Hospital Mental de Antioquia.
Y tu cuento… ¿Luego lo contarás?
FIN